miércoles, 19 de agosto de 2009

Leer para otros: ese es el tema.


Me siento a leer para niños, para jóvenes, para adultos, para mí. Ese placer interno que se abre y se dibuja es un mundo mágico que tiene persianas de todos tamaños.
Hay placeres, como el de imaginar, que son difíciles de complacer y aún más: de describir.
Los más jóvenes tienen dificultades con la imaginación: son hijos de esta generación Google, son hijos de la TV y el mundo de la imagen y el sonido. Sin embargo, puede lograrse.
Los cuentacuentos o narradores orales sabemos que no es una tarea sencilla pero, da satisfacciones y se puede, siempre se puede. Sin embargo lo más importante: vale la pena.
Creo que es el único camino real a la lectura que va quedando: leer para los demás.
Me vienen a la mente montones de reflexiones y estudios que van desde María Montesori a Michelle Petit, Daniel Penac y el propio Jorge Luis Borges.
Hay un discurso interno, hay una elaboración interna entre el texto leído y el otro, el escucha.
Hay un excelente compromiso con no dejar que el otro me invada, el otro, el que escucha, debe de ser libre: absolutamente libre. Puede imaginar cómo quiere. Pero sucede que al otro le cuesta, y los docente, normalmente, y los padres, en general, también viven en esta sociedad rápida y eficaz en velocidad y poca imaginación. Se resignan, abandonan, o ni siquiera lo intentan.
Sin embargo: leer para otros, recupera imaginación, da libertad a los sueños, permite mejorar el vínculo afectivo, crea efectos actitudinales sólidos en el escucha, refuerza su voluntad, acrecienta su necesidad de investigar o leer.
La cuestión claro está en : la selección de lecturas y la forma en que se hace.
Hablaremos un poco en una próxima entrega de un tema que da un poco de miedo:¿ la selección de lectura para niños pasa a ser como el jurado de lo que deben leer?¿ Somos el código moral de qué pueden escuchar y qué no? ¿ Qué nos hace ser jueces de sus lecturas?
Es un tema para investigar y debatir: prometo seguirlo aquí mismo.

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