lunes, 2 de mayo de 2011

Supervaliente y los extraterrestres.

Había una vez un niño muy pequeño llamado Emiliano. Era realmente pequeño y sus papás y su hermano mayor se preocupaban mucho por su tamaño. Por mucho que lo alimentaran y cuidaran él seguía siendo muy delgado y pequeñito.
En el barrio, los otros niños no querían jugar nunca con él porque tenían miedo a pisarlo. Para sacarlo de paseo su hermano mayor se había inventado una mochila para que no se le perdiera. La mascota de la casa un linda gata llamada Frida también lo cuidaba y nunca corría ratones ni pelotas en el patio porque tenía prohibido correr cerca de Emiliano.
Como su tamaño los tenía tan preocupados a todos, no se habían dado cuenta que tenía un voz hermosa y fuerte como la de un gigante, porque claro no lo dejaban llorar ni gritar...
Además como no lo dejaban casi salir de la casa por miedo a que se enfermara, tampoco habían podido notar que era en realidad un pequeño super valiente...
Pero un día sucedió algo extraordinario: una nave espacial intergaláctica aterrizó en el centro de la plaza del pequeño pueblo donde vive la familia de Emiliano. Cuando bajó la nave rompió árboles, corrió a todos los perros que habían salido a dar recorrida de la mañana, espantó a los gatos que miraban a los perros y a los pájaros que miraban a los gatos.
La nave hizo un ruido espantoso cuando aterrizó y la gente se asustó muchísimo. Llamaron a los bomberos, llamaron a la policia, llamaron al intendente, llamaron al presidente. Los bomberos con los policías rodearon la nave y se quedaron ahí para ver qué pasaba. En la tele y la radio el intendente y el presidente dijeron que toda la ciudad tenía que quedarse quieta para ver qué pasaba y ver qué querían los extraterrestres.
Y el pequeño pueblo quedo quieto, bien quieto. Todo el mundo se fue despacito en puntas de pie para sus casas, cerraron puertas y ventanas. Nadie hablaba fuerte, nadie comía nada por miedo a masticar demasiado fuerte. Ni las mascota podían hacer ruido.
Fue un día largo, largo como de un año entero: todos estaban muy asustados y se quedaron así quietos y en silencio.
Luego llegó la noche, de la nave intergaláctica tampoco salía nada, solo un montón de luces giraban alrededor de ella.
Emiliano empezó a tener hambre, quería comer y no entendía nada que tenía que quedarse quieto. En la casa todos intentaban darle pequeños trocitos de pan pero Emiliano quería comida de verdad.
Cuando nadie lo estaba mirando se fue solito al balcón de su casa, se asomó y gritó:
_ ¡Qué se vayan los de la nave, tengo hambre y quiero comer!
Gritó tan pero tan fuerte que el grito dió la vuelta al pueblo entero. En la casa le dijeron ssshhh el padre, la madre, el hermano y la gata.
Luego el pueblo entero dijo sssshhhhhhh.
Y después otra vez quedaron todos en silencio, pero muy asustados porque pensaban que los de la nave se iban a enojar mucho con el grito del pequeño.
Es que no sabían que adentro de la nave, los extraterrestres también eran muy miedosos. Cuando escucharon el grito, enfocaron con sus ojos especiales para detectar movimientos el balcón de la casa de Emiliano, y pensaron:
-Si un pequeño tan pequeño tiene una voz tan potente, en este pueblo nos darán una paliza apenas bajemos de la nave, mejor nos vamos.
Así que a los pocos minutos la nave partió por donde se había venido.
Todos respiraron, los de la tele, los de la radio, suspiraron los bomberos y la policía. La gente salió a la calle, los niños gritaban en las veredas rodeados de perros y gatos.
Entonces preguntaron:
- ¿ Quién fue el que preguntó y le gritó a la nave intergaláctica?
El hermano mayor de Emiliano cargó al pequeño en su mochila especial y comenzó a pasearlo por el pueblo, todos aplaudían y el hermano cuidaba que no lo tocaran porque siguen teniendo miedo a perder al pequeño.
Desde ese día Emiliano es conocido en su pueblo como el pequeño supervaliente.


Este cuento está dedicado a mi nieto Emiliano por su valentía en la enfermedad y su amor a la vida.