martes, 6 de agosto de 2013

La gata de la buena suerte ( regalo para mis lectores)

La gata de la buena suerte.

Este cuento de gatos tiene que suceder en ese barrio imposible de Florida donde todo sucede y todo podrá suceder. Entonces comenzando bien la historia les diré que un día en el barrio imposible de Florida nació una gatita preciosa, tenía tres colores bien marcados, increíbles colores. Pintados sobre un blanco muy requeteblanco tenía manchitas negras y al lado de las negras otras, las increíbles, que eran naranjas como las naranjas de verdad.
Al principio la mamá gata la lavó más que a sus otras dos hijitas que eran negras y blancas como ella, intentó quitarle aquellas manchitas anaranjadas porque donde se vio una gatita con color de naranjas.
Pero fue imposible quitárselas y mamá gata se tuvo que resignar, la gatería del barrio vino a ver a las tres recién nacidas y quedaron asombrados con las manchitas naranjas pero como la gatita en cuestión era muy chiquita apenas se veían.
Pero los días primaverales pasaron, como las flores del jardín crecían las gatitas pero la de tres colores crecía más rápido mostrando cada vez más las naranjas de su lomo. Era juguetona y alegre como todo gatito pequeño.
Tenían dos meses las tres gatitas cuando llegó la señora de la casa con otra señora y dos niños a mostrarle las gatitas.
- Pero Sonia- dijo la visitante- tenés una gatita de tres colores.
- Sí- dijo la dueña de casa- ¿viste qué raro?
- No, es más que raro, es maravilloso- contestó la visita.
- Bueno, no sé Susana, ¿por qué te parece tan especial?
- No me digas que no sabes que esas gatas traen suerte…
- No, nunca oí nada de eso- dijo Sonia- además si te digo que yo en esas cosas no creo…
- Bueno pero yo sí- dijo Susana- quiero que me regales ésa.
- Está bien Sonia- dijo la dueña de casa y tomó a la gatita en sus manos- cuidala, es muy bonita.
- ¿Que si la voy a cuidar?- contestó Susana- Será nuestro tesorito y cuidadito del que la moleste- dijo mirando a sus dos hijos con cara de madre enojada antes de tiempo.
Y se llevaron muy contentos a la gatitas de tres colores que llamaron Orange, que así se dice naranja en inglés. No sé por qué les gustó más la palabra en inglés que en español.
Desde ese día instalada en la casa de Susana, Orange tuvo todos los mimos y las atenciones, collar con nombre y dirección por si se perdía, almohadón especial para dormir, juguetes, su baño especial que se limpiaba a diario, comida carísima de esa que comen los gatos muy finos de olfato. Qué más podía pedir la gatitas de tres colores.
Cuando tenía seis meses el dueño de casa, don Oscar, andaba rezongando por los gastos de la veterinaria cuando le llegó la noticia, junto a la cuenta de la veterinaria, de que se había ganado un televisor de esos rectangulares y gigantes que se usan ahora.
- Te lo dije- le dijo su mujer- esta gatita trae suerte.
- ¿Pero será posible?- se preguntaba el esposo- Nunca en mi vida había ganado un premio.
Y se fueron a buscar el televisor gigante, lo trajeron en una camioneta porque no entraba en el autito que usaban. Lo instalaron en la sala y dejaron que Orange mirara películas con gatos desde su almohadón.
No habían pasado ni tres meses cuando se ganaron el premio grande de la lotería. Cuando se enteraron iban a salir a hacer una fiesta en la calle con el barrio pero Susana lo pensó y dijo:
- No digan nada.
- ¿Por qué?- preguntaron a coro Oscar y los dos niños.
- Porque es lo que les dije, la gatita de tres colores nos da suerte, si el barrio se entera me la pueden robar…
- La gente de este barrio no hace esas cosas- dijo Oscar muy serio.
- No, ya lo sé- dijo Susana- pero las noticias de buena suerte vuelan, pueden venir de otro lado.
Así que se fueron a cobrar el premio muy calladitos todos. Pero cambiaron el autito por un auto, cambiaron la vieja lavadora por una nueva, incluso arreglaron la vereda, pusieron un gran jardín al frente.
Y luego enrejaron todo, la casa quedó tapada de rejas.
Los vecinos preguntaban. Susana se hacía la distraída y Oscar siempre tenía mucho trabajo. Los dos hijos, Oscarcito y Felipe, tenían prohibido hablar, pero prohibido prohibidísimo, como de castigo de mucho rato si lo hacían.
En la casa mientras tanto Orange andaba saltando por todos lados, su almohadón era nuevo, sus juguetes también, su alimentación era carísima pero ella de eso no sabía nada y había comenzado a aburrirse de su encierro. Miraba por horas enteras el jardín cada día más lindo y grande desde su ventana.
Hasta que llegó el día de la competencia de la Escuela: Oscarcito tenía que correr para calificar para el inter escolar contra su propio hermano Felipe. Se peleaban de noche, de día, de tarde y a todas las horas. Su madre no sabía ya como hacer para mantenerlos lejos de la gatita Orange, los dos querían dormir con ella, abrazarla, darle de comer, buscando la suerte de su lado.
Una siesta donde el sol había comenzado a dar bastante calor los padres se durmieron mirando el televisor gigante y Felipe tomó la gatita en sus brazos para llevarla con él, pero su hermano no lo iba a permitir así fue como comenzaron a correrse. Fue corriendo que salieron al jardín y mientras se peleaban Orange aprovechó para escapar, había visto desde hacía días un hermoso gato negro que le maullaba desde la reja.
Mientras los hermanos seguían peleando, Orange se escapaba y el barrio entero dormía la siesta.
En la carrera de la Escuela no ganó ni Oscarcito ni Felipe, ganó un chico llamado Carlos. En la casa de Susana quedaron todos los muebles patas arriba de tanto buscar a Orange, gastaron mucho dinero poniendo anuncios en la radio, en los periódicos y en la televisión. La foto de Orange con el cartelito: hay recompensa si la trae sana y salva, adornaba todos los árboles del barrio.
Entonces sucedió lo que sucede en ese barrio y en algunos otros: todos los vecinos se pusieron a buscar a la gatita de tres colores, tanto la buscaron que desde otros barrios también colaboraron, tanto insistieron que hasta un anuncio en la radio local totalmente gratis pedía por la mascota Orange, y daban la dirección de los dueños.
- Esto sí que es tener suerte- murmuraban Susana y Oscar-un barrio tan solidario como el nuestro.
Pero Orange ni estaba tan lejos, ni tan desaparecida, sólo estaba enamorada de un gato negro que le maullaba en la oreja, como todos los gatos cuando están enamorados.
Cuando regresó a la casa ya tenía gatitos en su pancita. Susana la recibió con mucho cariño, le aprontó el almohadón, los juguetes y mucha comida porque se dio cuenta que iba a ser mamá. Toda la familia esperaba ansiosa el nacimiento. Orange tuvo dos gatitos negros y un gatita blanca con rayitas negras y naranjas que hicieron salir a festejar a toda la familia. Qué digo la familia, digo el barrio.
Ahora esta historia pasó hace algún tiempo y el barrio tiene muchas gatitas de tres colores, porque ya se sabe que las gatas y los gatos cuando les da por tener hijos, tienen muchos.
Susana y Oscar han ido regalando las gatitas de la suerte a los vecinos, a los que más la necesitan: algunos han podido comprarse la casita que soñaban, otros han podido vencer una enfermedad, otros, nada de loterías o premios, sólo han ganado más y más amigos que esa sí es una suerte enorme.
Al barrio imposible de Florida han pensado en llamarlo : Florida un barrio con suerte, pero no sé si la alcaldesa Graciela estaría de acuerdo, después de todo es su barrio.


Con mucha humildad dedicado a Graciela Montes mi autora favorita en cuentos con gatos y a su magnífica obra para niños.
María Luisa de Francesco
Julio 2012