jueves, 19 de julio de 2012

El último huevo de dragón ( Cuento en homenaje a Gustavo Roldán)

El último huevo de dragón En un monte lejano había un huevo de dragón, abandonado. Todos los bichos sabían que era un huevo de dragón, porque sabían nomás, como saben los bichos. Además el abuelo del sapo se lo contó, al abuelo del sapo se lo había contado el recontra tatarabuelo del abuelo del sapo y así sucesivamente para atrás. Y... ¿quién no sabe que los sapos saben mucho de huevos? Entonces todos los bichos sabían que eso, era un huevo de dragón.
 La cuestión era que en el monte todos iban a mirar y admirar el huevo de dragón, era grande, ovalado, azul pero de un azul fuerte, como morado de tan azul, como turquesa, brillaba de tan pero tan azul, era un huevo bien distinto a cualquiera conocido. Iba la lechuza lo miraba con sus enormes ojos y luego sacudía la cabeza, como hacen las lechuzas; iba la liebre lo miraba con ojos de liebre y se ponía a correr alrededor. Iba el ñandú y lo miraba asombrado porque se daba cuenta que ese sólo huevo era más grande que doce suyos, caminaba el ñandú pensativo, como hacen los ñandús. Iba el zorro y pensaba que ni él que era tan comilón de huevos podía comerse semejante huevazo sin morirse de la indigestión. Y ahí vino el problema de la historia, un día el zorro andaba con muchísima hambre, tenía tanta pero tanta hambre que le sonaba la panza. Se fue derecho al huevo de dragón y comenzó a relamerse el hocico, caminaba de acá para allá. En eso salió el sapo y le vio la cara al zorro. - Oiga don Zorro, usted no andará con ganas de comerse el huevo de dragón ¿no?- le preguntó - Que quiere que le diga don Sapo, ando hambriento…- contestó el zorro.
- Pero Zorro usted está loco, o lo dejó mal el hambre, si se come ese huevo se muere empachado – dijo el sapo y se paró arriba de una piedra para mirar al otro desde la misma altura. - Y si no como algo enseguida muero de hambre – contestó el zorro mirando fijamente al sapo- prefiero morir con la panza llena. - Pero don Zorro este monte ya no sería el mismo sin nuestro huevo de dragón- dijo el sapo poniéndose serio- usted sabe que este huevo es el último, que lo contaron nuestros recontra tatarabuelos y nos dijeron que lo cuidáramos, que es el último en el mundo entero. - Si don Sapo – contestó el zorro- pero el hambre no sabe de esas cosas, si a usted le parece podría ser un sapo mi cena y el huevo se salva. - Pero qué dice amigo Zorro- contestó el sapo mientras se iba alejando para la laguna- a dónde vamos a parar si un zorro se come un sapo… - Y…no sé don Sapo…tal vez vamos a parar los dos al agua…-dijo el zorro arrimándose a la orilla. En ese momento llegaban como todos los días la liebre a los saltos, la lechuza volando atrás y el ñandú más atrás, venían a mirar el huevo porque habían estado un buen rato discutiendo sobre sus medidas. Al ver al zorro agazapado sobre el sapo, gritaron: - Don Zorro, compadre, ¿qué hace? - Tengo hambre- dijo el zorro- y el sapo no quiere que me coma el huevo de dragón entonces me lo como a él. - Pero cómo dice eso Zorro- dijo la lechuza parada en una rama- entre amigos en este monte no nos andamos comiendo. - Si usted anda con mucha hambre mejor me voy…- dijo la liebre adelantándose para tomar carrera. - ¡Faltaba más! -gritó el ñandú- no se va nada doña Liebre, en este monte, como dijo la lechuza no andamos comiendo amigos y menos todavía nos vamos a comer el último huevo de dragón. - Y bueno- dijo el zorro con cara de inocente- justamente si es el último mejor me lo como, porque si llega a nacer pobrecito, no va a encontrar padre, ni madre, ni que hablar de encontrar novia, ni amigos, será un pobre animalito solitario… - Yo sería su amiga…- dijo la liebre peinándose la orejas. - Yo podría ser su madrina- dijo la lechuza desde la rama- puedo enseñarle a conocer el monte. - Y yo le enseñaría cosas del agua- dijo el sapo entusiasmado asomando la cabeza en la laguna. - Pero déjense de decir pavadas- dijo el zorro- si este dragón nace los va a quemar a todos con el fuego que le saldrá de la boca. - Será cuestión de educarlo- aseguró la lechuza que no se daba por vencida así nomás- como a los niños cuando dicen palabrotas. - Pero señora Lechuza- dijo el zorro que ya estaba furioso porque se daba cuenta que no iba a poder comerse el huevo- este huevo hace miles de años que está acá… - ¿Y con eso qué?- preguntaron a coro los animales. - Y que ya no va a nacer, seguro que está como de piedra...- dijo el zorro pensativo- petrificado, eso es, ¡está pe-tri-fi-ca-do! - Y entonces don Zorro- le dijo la liebre- ¿usted lo mismo se comería un huevo de piedra? - Cualquier cosa quiero comer, tengo demasiada hambre- aseguró el zorro sobándose la panza. - Yo creo- tosió un poquito la lechuza diciendo esto- yo creo que hoy le podríamos conseguir algo al zorro para comer… - ¿Y qué propone la señora?- el zorro la miró con picardía- ¿Liebre en escabeche o lechuza asada? - ¡Un momento!- gritó el ñandú- ya hablamos que en este monte no se come a los amigos.
Ahí comenzó la gran discusión, qué hacer con el hambre del zorro, qué hacer ante aquella situación, mientras los otros hablaban el zorro se hacía el distraído arrimándose al huevo, se arrimó tanto pero tanto que tropezó, se cayó y empujó el huevo con una pata. El huevo azul rodó, rodó lejos por la colina chiquita del monte, todos quedaron en silencio mirándolo como se iba, cerca de la laguna donde el sapo había asomado la cabeza el huevo se chocó con una piedra y se rasgó. Se hizo un silencio largo en el monte, el sol en ese momento alumbraba a pleno el calor de la siesta, el huevo hermoso de un azul increíble se había partido para siempre. El zorro al ver aquello les gritó a los demás: - ¿Vieron al final el huevo que tanto defendían? No tenía nada adentro, lógico, era falso o estaba demasiado viejo…pero a quién se le ocurre, un huevo viejo, viejísimo, como con chiquicientos años iba a tener algo adentro… Y en ese momento se escuchó un ruido chiquito que creció de golpe, un rugidito que luego fue rugido, un pequeño ser azul, morado, fue saliendo despacito del huevo que se había partido. Su cabezota enorme tenía escamas y la espalda la adornaban dos alitas. Salió con una larga cola pesada, dio dos o tres pasos vacilantes hasta que pudo pararse bien, entonces corrió hasta el zorro que estaba más cerca y gritó: - ¡Papá!- en idioma dragón pero todos entendieron. - Bueno don Zorro- gritó el ñandú muerto de risa- ahí tiene a su hijo, ¡ni usted es tan malo como para comerse a su hijito! - No se preocupe don Zorro- gritó la lechuza revoloteando encima del dragoncito- lo ayudaremos a criarlo. Y muertos de risa los animales vieron al último dragón persiguiendo al zorro por todo el bosque gritándole. ¡Papá!