miércoles, 12 de diciembre de 2007

El que lee y cuenta.

"...el que lee por leer, por puro gusto de leer, por amor invencible al libro, por ganas de estarse con él horas y horas,lo mismo que se quedaría con su amada..."( Pedro Salinas)

Esta frase representa mi propuesta: enamorar a los niños por la palabra escrita. He andado por muchos caminos pero ninguno ha sido tan satisfactorio en la concreción de mi meta como la Narración Oral. Y la pongo así, con mayúsculas porque es un arte en vías de extinción y debe escribirse con mayúsculas.
Contaban los aborígenes sus historias, contaban los eruditos sus descubrimientos, contaban las familias sus propios cuentos, contaban muchos cuentos nuestros abuelos. Cuentan los que escriben, pero cuentan callados, desde las páginas de su libro, y es el que lee el que otorga la voz al libro, el que se apropia del alma de la historia y con su voz, con su gesto y su ademán recrea nuevamente lo escrito, lo transcribe oralmente para hacerlo conocer.
Escribir es un oficio solitario, narrar es un oficio solidario.
El que cuenta debe sentir un amor exagerado por el cuento y por su público: no es de otro modo arte la Narración Oral. El ingrediente fundamental es el amor. Hay muchas técnicas hoy en día sobre este viejo arte que se viene reflotando. Pero sin amor no sale bien.
El cuentero/a es alguien que se dispone a difundir lo leído. Y cada cual tendrá su propio estilo y su propio modo de hacerlo. Hay quienes se sientan, otros lo hacen de pie, hay quienes son casi actores y se visten de manera especial. Hay quienes tratan de ser muy sencillos en su vestir. Las escuelas de Narración oral lo saben, al menos las que conozco: en esto no hay recetas. Cada quién debe de elegir su estilo y su modo.
Contar con los niños al rededor, como lo hacen las abuelas y algunas maestras que conservan la tradición en la escuela. Contar en las plazas, en las zonas alejadas donde llega poco o nada, contar en un teatro, en el rincón del cuento de la Biblioteca, contar en todos lados donde se pueda dejar un cuento.
Nadie nace sabiendo hacer narración pero todos sabemos contar qué nos pasa. Y contamos haciendo gestos, elevando la voz, imitando sonidos, moviendo el cuerpo. Y no nos damos cuenta que estamos narrando. Contamos historias todos los días a parientes y amigos: lo que nos sucedió en la peluquería, lo que le pasó a un amigo en la carretera, incluso contamos historias de otros.
La Narración oral es un camino directo a la Animación a la lectura. Uno de los mejores que conozco y del cuál disfruto plenamente. Ir a contar un cuento tiene doble misión: llevo un poco de literatura y llevo una carga emotiva positiva. Y el cuento es bienvenido en todos lados, en la escuela, en el parque, en los hospitales, en los orfanatos, en los asilos de ancianos o incluso en los lugares donde las personas con discapacidad mental están recluídas.
Y cuál es la ciencia para que nos escuchen, para animarlos a leer, o para que comprendan que estamos dejando un poco de nosotros cuando contamos?
Leer mucho nosotros, conocer cuál es el cuento que me sale bien porque es mi cuento favorito, leer frente al espejo para verme, leer para los más cercanos a ver qué pasa( sobrinos, nietos, amiguitos) estudiar mis gestos, mi voz, mi ademán...Estudiar cómo mi cuerpo se apropia del cuento y se deja llevar.
La Narración oral se deja ver sin nada más que el narrador, no hay imágenes, no hay libro. La memoria es relativa. Si yo leo lo suficiente un cuento como para apropiármelo: la memoria viene sola. El narrador debe respetar la línea argumental del cuento pero puede añadir, quitar, usar otros vocablos, usar silencios donde no van. La única regla es decir el título real, el verdadero autor y luego: hacer mi propia interpretación del cuento.
En ocasiones los maestros me dicen si no será mejor leer el cuento: para que el niño sepa que sale del libro y no que lo estoy inventando. Perdón maestros: el niño no es tonto, yo siempre digo el título y el autor del cuento, y si no llevo el libro, siempre aclaro que lo he leído tanto que lo guardo en mi memoria.
La Narración oral no es lo mismo que leer del libro. El contacto más grande y hermoso que tiene un narrador es poder mirar a los ojos de sus escuchas. Tener ambas manos libres para transformarlas en alas de mariposa, o en látigo, o en súplica. Sin embargo para llegar a narrar con cierta eficiencia se puede empezar leyendo directamente del libro.
Pero nunca vayan ante los niños con un cuento que no leyeron debidamente: no subestimen la capacidad del niño. Un niño sabe perfectamente cuando el adulto que tiene delante no leyó, no le gusta lo que lee o se siente inseguro. Y si los sienten inseguros: ellos no podrán estar atentos. Porque ustedes no estuvieron atentos en la presentación que tenían que hacer.
Otra cosa muy importante son las edades y la situación socio económica del público que voy a tener. Un niño de dos años difícilmente atienda sin figuras y más de tres o cuatro minutos. Un niño de seis o siete no resiste más de diez minutos. Hasta los ocho o nueve años aceptan todos los gestos y voces como algo gracioso, luego entre los diez y los once prefieron un narrador más serio.
Y el otro tema es qué cuento a qué edad. Pero es que acá tampoco hay recetas. Las editoriales pretenden aconsejarnos a contra tapa con una guía de edades sugeridas. Pero no es seguro. Una cosa es narrar antes niños que siempre reciben cuentos, otra diferente para aquellos que rara vez y más diferente aún, niños que nunca escucharon una narración.
Este es otro tema que me desvela. Porque he contado ante público tan heterogéneo, tan distinto, he pasado desde escenarios casi lujosos a salones casi paupérrimos donde me esperaban con la merienda distribuída en un merendero. Y cada vez hay que estudiar más. He narrado en salas de Hospital donde los niños están internados. En asilos de ancianos. En plazas a viva voz. En montones de escuelas. En teatros. Ante niños con capacidades diferentes. Antes niños que no querían escuchar cuentos.
Nunca me he ido con gusto amargo en la boca.

"En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda; sólo se gana lo que se da.", esta frase de Antonio Machado resume un poco la idea de esta presentación.
Creo que hoy más que nunca hay que reflotar al narrador oral. Hay que aprender a narrar, hay que compartir con los niños los cuentos y poemas que se escribieron para ellos. Hay que difundir nuestra cultura, nuestros autores latinos, nuestra lengua y nuestras tradiciones. Hay que volver a reflotar nuestra tradición en cuentos, fábulas, leyendas, mitos. Y si hay que modificar, porque los tiempos han cambiado, hagámoslo. Sin temores, sin culpas.
En esta sociedad donde la información ha ganado tantos espacios: no dejemos vacío el lugar del narrador. Ese lugar simbólico del que cuenta para que otros acudan a los libros. Hay que estudiar y aprender a contar nuestros cuentos. Pero no podemos dejar que ese " patrimonio de lo intangible" como se llama la Narración oral, perezca en virtud de la imagen y la comodidad que ofrecen los nuevos medios tecnológicos.
La Narración oral es parte de una antigua tradición: los invito a probarla como camino hacia los libros.

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